La disminución del salario real, la concentración del ingreso de unos pocos, el crecimiento del proletariado, la represión política, la creciente pobreza de los campesinos, entre los hechos más destacados, caracterizan el último año del gobierno de Díaz (Tello, C.,2010).
![]() | Para 1910, los campesinos se unen a los elementos progresistas de la burguesía y bajo los lemas de “Sufragio efectivo; no reelección” y, en otras zonas, “Tierra y libertad”, derrocan a la dictadura, poniendo fin a una etapa de la historia de México, y marcando el inicio de otra, la Revolución (Flores, 2010). |
El significado de la Revolución radica en su propia naturaleza, hay que considerar que se trata de un fenómeno social complejo que inicia un proceso radical de cambio y transformación, en casi todos los componentes de la estructura cultural. Este derroche de energías, en México, provocó una profunda reestructuración de todo el ambiente económico y, como consecuencia, un patrón radicalmente nuevo de interacción económica.
El historiador José Gracida, divide el periodo revolucionario mexicano en tres etapas; la primera de 1910 a 1913, en un conflicto postelectoral; entre 1913 y 1916 se entra en una etapa violenta y de retroceso económico; hasta 1916 que comenzó a recuperarse.
A partir de 1910 se empiezan a sentir en la economía los efectos del cambio de sistema. Durante el gobierno de Francisco I. Madero no se observan mayores cambios en las políticas sociales y económicas, además de que las relaciones internacionales se mantuvieron sin grandes cambios.
En 1913, donde empieza a verse una desarticulación del sistema económico; se observó una producción para la exportación y otra para consumo interno en descenso del maíz y el frijol. La minería y la industria manufacturera mantuvieron un comportamiento considerable.
En el periodo 1913-1916 se registró la crisis económica más profunda, todas las ramas de la actividad industrial resultaron afectadas, a excepción del petróleo y el henequén, a raíz del golpe de Estado de Victoriano Huerta (la famosa decena trágica del 9 al 18 de febrero de 1913) y el asesinato de Madero (Aparicio, A., 2010). La principal crisis para el sistema económico fue el uso de las líneas ferrocarrileras para transportar a las tropas y la subsecuente destrucción de dichas líneas.
Debido a esto, el traslado de las mercancías se volvió muy costoso, lo que generó hambrunas entre 1915 y 1916, y elevó la inflación por desa basto y problemas en el sistema financiero y monetario. Las monedas de oro y plata, así como los billetes de los bancos establecidos, salieron de circulación. Además, la zona norte del país tuvo una baja en las inversiones que recibía del extranjero, principalmente de Estados Unidos por su cercanía.
A esto hay que agregarle el abandono de haciendas y fábricas, las cuales fueron afectadas porque los revolucionarios continuaron usándolas para provecho personal.
El periodo 1917-1920 se caracterizó, en lo general, por la recuperación de la actividad económica por la vía primario-exportadora, que sólo volvería a ser cuestionada hasta la gran crisis de 1929-1932 (Peña y Aguirre, 2006).
Entre 1910 y 1920, la Revolución Mexicana echó abajo la antigua organización económica, acabó con las haciendas, y liberó el capital interno y la mano de obra para atender operaciones más eficientes (Aparicio, A., 2010). Con el término de la época armada y el inicio de una relativa estabilidad en 1916, se promulgó la Constitución de 1917, restringiendo las actividades de comercio con los extranjeros y prohibiendo el monopolio. Se volvió a utilizar el oro, y los ferrocarriles regresaron a sus funciones al transportar mercancía.
En los 10 años que abarcó la Revolución Mexicana, hay quienes estiman que el decrecimiento promedio anual de la
producción fue de 0.3%. El “desarrollo” y el “crecimiento” posterior a la Revolución no demuestran que sean resultados de ésta, sino que el país simplemente se recuperó de la Revolución, para reanudar los ciclos que había interrumpido la violencia. La Revolución Mexicana sólo fue una interrupción al “desarrollo exitoso” del Porfiriato, el cual, constituyó la fuente directa, la fuerza y el diseño del “crecimiento” pos-revolucionario (Keesing, en Womack, 2012).
Durante este periodo no todas las actividades productivas se vieron afectadas de la misma manera, incluso hubo algunas que tuvieron un excelente desempeño. En el Esquema 1, se observa el comportamiento de algunos productos de la economía mexicana durante la Revolución.
