SEXTO PRINCIPIO: El ser viene antes que el hacer
La nación de Israel pasó por variaciones enormes. Formada y guiada por la voluntad de Dios a lo largo de una asombrosa sucesión de experiencias, esa historia tan particular le dio al mundo muchas lecciones profundas acerca de lo que es la formación del liderazgo. Se pueden citar nombres de líderes notables como el de José y su increíble relato cuando fue vendido a mercaderes de esclavos para terminar al fin en el puesto más alto de la política egipcia. José se enfrentó a casi todos los desafíos que podría afrontar un líder en formación: el sexo, las mentiras y la prisión, solo para comenzar a mencionar algunos. Su meteórica carrera ascendente hacia el poder en el gobierno egipcio llegó en un importante período de la historia mundial, en especial en lo relativo a la frágil persistencia de la nación que sería Israel. Todo lo que sabemos acerca de José nos indica que fue un líder astuto, que entendía la naturaleza humana, que sabía de las intrigas políticas y los bastiones del poder. Sin embargo, jamás olvidó quién era: un hijo de Israel. Nunca desconoció que el poder no es para blandirlo autocráticamente sobre los demás. Si bien hay muchos líderes que la Biblia destaca, para descubrir las características de uno en quien veamos de manera eficaz los principios de los que hablamos en este libro, consideremos a Daniel. Sabemos que la llegada de Daniel al poder y el liderazgo fue parecida a la de José, en cuanto a que ambos pasaron por enormes desafíos y problemas, de camino al éxito. A los dos se le puso a prueba en cuanto a lo más profundo de su carácter, y los hallazgos que resultan de ello reflejan valores que todo líder que desee destacarse tendrá que incorporar. Veamos cuáles son algunos de esos valores:
LOS LÍDERES EFICIENTES SON DECIDIDOS
En la historia de Daniel vemos que su experiencia en el cautiverio como prisionero político revela las convicciones centrales que gobernaban su vida. Esas convicciones formarían el nexo de su liderazgo puesto que surgió a partir de sus pruebas y dificultades. Daniel mostró ser decidido, con una determinación verdaderamente asombrosa. Estuvo dispuesto a someterse a un experimento que tenía que ver con su dieta, para ver hasta dónde era cierta su convicción en contra de las elaboradas comidas de un rey extranjero. El resultado habla por sí mismo: la determinación de Daniel rindió frutos. Finalmente, él y sus amigos pasaron todas las pruebas y el éxito del grupo se debió directamente a la persistente determinación personal de Daniel. Para liderar a un grupo de personas en ejercicios que puedan facilitar su formación como comunidad, hace falta mucha decisión personal. Los grupos suelen tener historias largas y recuerdos más extensos todavía. El líder que no tenga la suficiente determinación se encontrará desviado hacia a las tareas secundarias del ensayo, alejado de la tarea central de transformar la perspectiva. Aquí, ese tiempo precioso que podría dedicarse a alimentar oportunidades para la formación de la comunidad, se diluirá en el repaso de historias de fracasos pasados que compiten entre sí. Se requiere mucha determinación personal para que el líder pueda filtrar todo eso y sacar a la luz el objetivo central del grupo: su transformación en comunidad. La determinación personal surge desde lo más hondo del líder. Oí al fallecido Don Wellman exponiendo un sermón acerca del chico que le dio su almuerzo a Jesús para que alimentara a una multitud que tenía hambre. Wellman dijo: “Con Dios, no hay escasez. Con Dios, no hay desperdicio”. No hay nada en la vida que se pierda para el líder eficaz. Todo hecho, sea de éxito o dificultad, formar recursos que a su vez forjan el carácter. Uno de esos elementos es la convicción que impulsa a la determinación. Podríamos aplicar aquí toda clase de frases hechas: “¡No te rindas!”, por ejemplo. Pero, ¿podemos olvidar acaso la asombrosa determinación de Winston Churchill cuando imploró al pueblo de Inglaterra que se uniera a la determinación nacional durante la Segunda Guerra Mundial? Ya hablamos de la determinación de Jesús en referencia a su sumisión a la voluntad del Padre cuando contemplaba su destino en la fría oscuridad del jardín de Getsemaní. En momentos menos notables, sin embargo, la determinación de Jesús le grita al estudiante de liderazgo. Se describe a Jesús como decidido, con rostro como de piedra, determinado a cumplir con su propósito. Esa resolución tiene que nutrirse tanto en el corazón como en la mente del líder, aunque solo exista en forma de semilla.
LOS LÍDERES EFICIENTES MUESTRAN AUSENCIA DE CONTAMINACIÓN ESPIRITUAL
El carácter cuenta. No importa lo elocuente que pueda ser una persona o lo innovadoras que parezcan sus ideas. Sin carácter, esas características no son más que adornos que no tienen conexión con el ser más profundo de la persona. Daniel es un ejemplo de lo que es el líder que comprende el sexto principio del liderazgo: el ser viene antes que el hacer. Eso siempre ha sido cierto en el reino de Dios. Muchos intentan liderar, casi sin pensar en las cualidades internas que son tan esenciales a la eficiencia. Es más, nuestro mundo se ha convertido en un muestrario de cantidad de personas sin carácter que intentan ejercer el liderazgo en el vacío. Los votantes estadounidenses recordarán el discurso del millonario de Texas, Ross Perot, que al describir los males de la “Ley de libre comercio de los Estados Unidos” dijo: “Ese sonido tan fuerte como de una turbulencia, es el ruido de los empleos que se van de nuestro país”⁶. Ahora, aparte del NAFTA o de Perot, la verdad es que el liderazgo de personas sin carácter suele crear un sonido hueco, como de latón. Es un sonido que nos recuerda que sin las cualidades internas del carácter personal, el ego agigantado, al confrontarse con la posición elevada y la acumulación de poder, solo puede llevar a la decepción. La primera ley del desarrollo del carácter, en el caso de Daniel, fue su inconmovible fe y su confianza en su Dios. Absolutamente convencido de la voluntad de Dios para su vida, Daniel se sometió a la prueba porque sabía que Dios no iba a abandonarlo. La segunda ley de la formación del carácter fue el compromiso de Daniel por evitar todo tipo de contaminación espiritual. ¿Le habrían dañado o aun matado al joven Daniel las elaboradas comidas de la cocina del rey? Probablemente, no. Pero lo que él no iba a tolerar era que su relación con Dios se desviara. Y esa devoción a Dios implicaba abstenerse de comer lo que no estaba de acuerdo con lo que Dios ordenó como dieta para los israelitas. ¡Eso sí que es carácter! Bob Donaldson era un hombre de negocios y líder laico en una congregación donde fui pastor, en Oklahoma. Después de una reunión particularmente interesante, Bob me dijo: “El carácter es lo que eres en la oscuridad, cuando nadie te ve”. Daniel era prisionero político, a miles de kilómetros de su tierra, encarcelado en otro país bajo un tirano político. Su determinación a expresar los valores centrales del carácter conforme al corazón de Dios, pronto se traducirían en ascenso, en posición, en responsabilidad. No hay líder que pueda dirigir durante mucho tiempo si no tiene los impecables valores del carácter conforme al corazón de Dios.
LOS LÍDERES EFICIENTES PONEN EN PRÁCTICA LA CONFIANZA INCONDICIONAL EN DIOS
La confianza es absolutamente esencial en toda situación de liderazgo. Porque si hay poca confianza, habrá poca lealtad. Y donde hay confianza total, hay apasionada inversión. Sin confianza la comunidad no podrá formarse porque depende de ella, justamente. ¿Cómo es que aprendemos a confiar? La confianza para algunos líderes no es algo fácil. Sus experiencias les han hecho testigos de lo que es la traición a la confianza, por lo que ahora son reticentes a expresarla. Pero el problema está en que la confianza será, precisamente, lo que todo líder espere de las personas por las que se hace responsable. La confianza es el punto donde tiene lugar cada faceta de la acción eficaz y con propósito. La confianza es el terreno común a todos los miembros de la comunidad. Para Daniel significaba creer que Dios siempre estaría presente, inmediatamente accesible, respondiendo con amor a quienes habían puesto su confianza en él. Tal vez los padres de Daniel le habrían servido de modelo. Pero más allá de cuál haya sido el caso, la realidad es esta: la historia o relato que dio forma al carácter de Daniel tuvo como centro la confianza, como un corazón que late. Porque no solo vemos que Daniel confiaba en Dios de manera implícita, sino que también los hombres que estaban con él, como leemos en Daniel 1, depositaron su confianza en este joven. En el diálogo entre el funcionario del rey y los cautivos hebreos, el único que habla es Daniel. El mensaje oculto de esta historia tiene que ser el de la confianza que los amigos de Daniel depositaron en él. Sabían que podían confiar en un hombre cuya confianza incondicional en Dios era muy evidente en su actitud, acción y conducta. Para llevar a una comunidad al cruce de las fronteras cognitivas y los umbrales espirituales, hace falta que haya confianza implícita en ella, entre los miembros que la conforman y también por parte de los miembros hacia su líder. El contexto en el que puede formarse esta confianza ha de ser el carácter.
LOS LÍDERES EFICIENTES ESPERAN RESULTADOS SOBRENATURALES
Es fácil, a la distancia y después de más de dos milenios, sacar conclusiones respecto de diversas convicciones que se le podrían atribuir al joven líder llamado Daniel. Podemos inferir que no esperaba nada más ni nada menos que lo que afirmaba que sucedería por la fe. Su asombrosa afirmación de que con solo comer vegetales y agua los hombres hebreos podrían vencer la apariencia física de los cautivos que comían lo preparado en la cocina del rey, es en efecto impactante. ¿Cómo sabía Daniel que Dios intervendría y permitiría que los hebreos se destacaran y superaran la apariencia de los otros? ¡Lo sabía, por fe! Daniel no esperaba menos que eso. Cualquier resultado inferior al que las Escrituras indican, habría sido aplastante para él. Porque para Daniel, su fe no disminuía ni se veía afectada ante las realidades supuestas. Él esperaba que sucediera lo sobrenatural. Y sucedía.
Es más, Dios le otorgó a Daniel capacidades y habilidades que pocos habían visto antes. Estas habilidades pronto llegaron a oídos del rey de Babilonia, por lo que debió presentarse ante uno de los gobernantes más importantes de su época. Con sobrenatural gracia y habilidad, Daniel fue capaz de realizar inusitadas hazañas ya que Dios aumentó su capacidad, llenándolo con poder divino y autoridad.
Conclusión
El patrón del ministerio de Jesús parece haber tenido incorporados los seis principios que mencionamos en esta obra. Es clara la realidad: algo sobrenatural le pasó a esa comunidad original que Jesús formó cuando llamó a los doce discípulos. Es cierto, uno de esos discípulos no experimentó esa realidad sobrenatural, por lo que hirió todas las relaciones dentro de la comunidad. Pero los otros once no solo vivieron la transformación de sus vidas, sino que lideraron una fuerza que cambiaría al mundo y que ha perdurado durante más de dos milenios. El líder eficiente reconoce las limitaciones del ingenio humano, de la innovación y la sabiduría que podemos llegar a alcanzar. Hay tareas en la formación de la comunidad que implican hacerle cruzar límites cognitivos y demás, que se parecen mucho a los desafíos que enfrentaron Moisés, Josué, Daniel y otros. Hay situaciones en las que solo el poder de Dios podrá transformar a un andrajoso grupo de individualistas en una comunidad centrada en Dios. En esos momentos sobrenaturales el poder de Dios obra un milagro. Puede ser difícil y abrumadora la tarea de llevar a una comunidad más allá de los umbrales de lo conocido, cómodo y familiar. Cuando Dios invade a la comunidad y da poder al líder, la comunidad puede acceder al valor, la confianza, la seguridad y la capacidad sobrenaturales para seguir el destino que Dios tiene para ellos. El líder necesita conocer en carne propia este invasivo poder de Dios. Así como David sabía que Dios le daba poder al enfrentarse a un león o un oso, también
sabía que la victoria ante el terrible Goliat haría surgir de nuevo el debilitado entusiasmo de su amada nación de Israel. Los líderes eficientes siguen abrazando ese maravilloso poder de la energía sobrenatural que viene de Dios. RECORDEMOS … Nada ha de suceder hasta tanto el grupo se convierta en comunidad. La formación de la comunidad, y la consolidación de una comunidad recién formada es un elemento esencial de liderazgo según lo modeló el Maestro. Jamás hay que tener miedo a liderar con confianza y audacia a tu comunidad para que vaya más allá de sus fronteras cognitivas. Porque son mucho más grandes los riesgos de mantenerse en el statu quo. Siempre tendrás que animar a la comunidad a poner a prueba toda suposición. A los principios los valoramos y atesoramos. ¡Pero a las suposiciones las tomamos más a la ligera! Recuerda que todos los acuerdos han de ser provisorios. La rigidez e inflexibilidad al final calcifican a la organización. Espera que haya inversión. Porque si no la hay, no hay sensación de propiedad.
Todos han de sentirse propietarios responsables, ya que la iglesia local jamás tiene un solo dueño. ¿POR QUÉ ESTE MODELO? Es obvio que se ha presentado este modelo solo como bosquejo. Los que lo pongan en práctica tendrán que trabajar mucho para personalizarlo en su situación específica. Uno de los beneficios primarios de este modelo es que alienta a la iglesia (o a cualquier organización) a convertirse en una comunidad de aprendizaje. Este modelo incorpora principios tomados directamente de la vida y el ministerio de Jesús, además de asuntos culturales y sociológicos visibles en el mundo del siglo veintiuno que se han analizado en profundidad. Este modelo no es una declaración definitiva. Es vulnerable al desarrollo para refinarlo, cambiarlo, modificarlo, ponerlo a prueba y evaluarlo. La buena noticia es que cuando el Maestro finalmente dejó a su comunidad, les recordó que ocurrirían dos cosas que ciertamente encenderían un fuego en todo lo que les había enseñado: Vivirían y experimentarían la maravillosa presencia del Espíritu Santo y serían una comunidad llena del Espíritu. Como miembros de una comunidad llena del Espíritu, tendrían un liderazgo interno que reconocería la naturaleza esencial y la necesidad de una comunidad, y les brindaría la verificación de sus enseñanzas. Dios les bendiga en este camino que les llevará a convertirse en una comunidad más que el grupo de personas que son. Fin.
DAVID J. FELTER